Compartir

Uso de la lengua - Fragmento de 'La cita', Eduardo Zamacois

Completa con la opción correcta en cada caso

C1/C2
  PDF imprimible  •    Soluciones
La carrera artística de Fuensanta Godoy duró poco; en
éxito y cuando su juventud interesante, un poco rara, de bibelote japonés, brillaba sobre el escenario de los grandes teatros, una laringitis torpemente curada la dejó afónica. Varios médicos aseguraron que para aquel daño no había
; ella, no obstante, esperaba. La noche en que, desoyendo cautos y leales consejos reapareció ante el público, sufrió una
horrible; su voz, al concluir cierto momento musical difícil, se nubló bruscamente; quiso repetir el temible pasaje y no pudo; algunos espectadores descorteses protestaron. Entonces la Godoy sintió a su alrededor un gran frío, una desgarradora emoción de aislamiento, cual si el teatro, repentinamente, acabara de quedarse
oscuras; viose preterida, pobre, aherrojada en esa fosa común donde la multitud ingrata sepulta a los artistas que ya no la divierten, y aniquilada por su desgracia
a llorar y perdió los sentidos.

Ricardo Villarroya la conoció años después. Fuensanta vivía en una casa de huéspedes
dueña también había sido
teatro. Ocupaba la Godoy dos habitaciones pequeñas, sin otra luz que
una ventana abierta sobre un patizuelo malsano y profundo; pulmón infecto, jamás visitado por el sol, por donde respiraba el vecindario sucio y haraposo de los cuartos interiores. Una cama de hierro y un lavabo ocupaban la alcoba. Componían el
del gabinete una vieja cómoda que de noche, en el silencio, tenía crujidos amedrentadores, y varias sillas que fueron elegantes y a la hora presente disimulaban su incapacidad y precaria armazón bajo usadas fundas de lienzo gris. Decoraban las paredes amarillentas retratos descoloridos de actrices y de actores ignorados, y un antiguo espejo, sobre cuya luna los coqueteos de las juventudes, ya lejanas, que allí se reflejaron, parecían haber dejado una indecible melancolía. (...) Cubría el suelo una alfombra
, de la cual el polvo y el roce de los pies fueron borrando los colores.

En aquel gabinetito, entristecido por el invierno y la presencia de tantos objetos
, Ricardo Villarroya pasaba muchas tardes.

Al principio sentíase plácidamente cautivado por la soledad de la actriz, digna, altiva, irreductible, en medio de su abandono y extremada pobreza. Un momento halagó a Villarroya la idea de que la Godoy fuese su última pasión, su capricho
, el desenlace de su mocedad conquistadora.
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   
   

 Comprobar